miércoles, 9 de julio de 2008

- ¡Hey!... ¿Tienes un cigarro?
- Sí.

Me habría gustado decir que no. Aunque me asalten, llegaron en un buen momento. Los dos tipos con pinta de delincuentes juveniles me sacaron de mis pensamientos sobre desertar de mi novela (osea, de la vida misma) Les debo un favor, asi que en vez de uno, les regalo dos cigarros.

- Para tu amigo.

Soy desgradablemente (ese es mi objetivo) cortez por regla general, no obstante ahora es por obligación. Trato de no mostrar mi miedo, aunque de verdad me intimidan. Una vez me dijieron que los animales lo huelen, supongo que de ahí mi afan por controlar mis ansias de correr. Evaluo las posibilidades de intercambiar golpes, pero las probavilidades de victoria son practicamente nulas. Mi fingida cortesía los sorprende –yo soy un mentiroso relativamente aceptable, a diferencia de las actuaciones de Rita- y se entabla el dialogo.

- ¿Tienes fuego?
- Claro
- ¿Qué tienes en esa maleta?
- Un Saxfone
- ¿Eres músico?

Se van. Seguramente pensaron que no tenían nada que robar a un pobre diablo como yo. Se equivocan, tenía un par de billetes en mi bolsillo, pero no soy tan amable como para advertirles.

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