- Disculpe señor
Una mirada completamente limpia, completamente inocente. Inclino la cabeza y abandono mis pensamientos.
- ¿Qué pasa, linda?
No debe tener más d siete años. Su madre mira hacia a ella, pero la verdad es que me vigila a mi. Típico de un animal al asecho.
- Disculpe señor... ud no debería fumar.
Perplejidad. La madre ríe. ¿Habré puesto cara de idiota? La afirmación de la pequeña me descoloca.
- No debería fumar, porque está contaminando el aire.
A llegado la hora de interceder. El animal se acerca.
- Amalia, ven, no lo molestes.
La niña corre a donde su madre. Antes de irse me regala una sonrisa. Apago mi cigarro, al que le quedaba más de la mitad. Yo también sonrío. Hace tiempo que no lo hacía, al menos no tan espontáneamente. Esa niña en verdad es una ladrona profesional. Volteo y la miro otra vez. Está pegada a las faldas de su madre, a la que ya no le intereso. La niña me mira complacida porque apagué el cigarro. Es la primera persona que me da una buena razón para dejar de fumar.
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