Ahora sé que esas plazas que aparecieron silenciosas, esa minuciosidad en el trato de lo silvestre, no correspondían a un esfuerzo gremial entre las casas, sino al de una sola. De la chimenea de esta casa, que era la última de la calle o la primera si es que vienes desde el bosque, emergía constantemente humo ahora apenas perceptible contra el tupido cielo.
sábado, 23 de agosto de 2008
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